Infancia. Plaza del barrio. Calesita.
Un hombre. No. Un Semidiós,
revoleando la sortija. LA desesperación por no llegar a agarrarla –Nunca-. Porque
encima el muy hdp te deja pagando sin remordimiento, no hay forma de disimular
ese intento inútil por alcanzar la gloria de la vuelta gratis. Imposible
pilotearla con cara de No pasa nada tá todo bien, no me interesaba tanto
igual. Esa ilusión al ir dando la vuelta y rápidamente buscar con la vista al sortijero(?)
y ver que ya no tiene la sortija, que otro niño o niña fue más afortunado que
uno. A los 5 años, ¿existe mayor decepción?
Pensándolo bien, la función de tan siniestro dispositivo es entonces, sin
duda, la de preparar al infante para la vida adulta, entrenándolo gradualmente
para el ingreso al terreno de la frustración, expuesta a cielo abierto.
¿O
sirve para alguna otra cosa?
¿Ves lo que generan?